6 de los pasajeros más molestos y cómo soportarles
De despedidas de solteros a niños histéricos, te revelamos cómo hacer frente a los pasajeros más molestos de un vuelo.
¿Sabes esa gente de lo más molesta junto a la que esperas no sentarte nunca en un avión pero te tocan de compañeros? El tío enorme con mal aliento que ocupa todo el reposabrazos; el crío terrible que no para de dar patadas a tu asiento todo el rato; el bebé llorón… Te revelamos cómo puedes evitar un vuelo infernal.
Aqui los tienes todos y te damos la solución. . . .
1. El pesado
El problema:
Estás cansado. Tu cuerpo te dice que son las 3 de la madrugada pero en hora local son las 10 de la noche. Nada te gustaría más que estar en tu cama. Pero estás en un avión a miles de kilómetros de casa. Si pudieras cerrar los ojos, flotar… ¡pero no! Tu vecino está de cháchara. Se ha tomado unas copichuelas. Su mujer le ha dejado por el instructor de squash. Y no tiene ni pizca de tacto para ver que a ti no te importa.
La solución:
Invierte en unos auriculares que aislan el sonido exterior, a poder ser unos bien grandes y ostentosos para dejar claras tus intenciones. Aunque no escuches música, póntelos. O dile a tu nuevo amigo que eres sordo. Añadir un «cállate» es opcional, pero más vale mantener la educación.
2. El bebé llorón
El problema:
¿Por qué siempre me toca a mí? ¿Cuántas veces has estado en la puerta de embarque número 7 rezando para no estar en el radio acústico de ese crío llorón? Y, por supuesto, resulta que te ha tocado de compañero de viaje. Dos horas de llanto después, encima vomita te vomita encima.
La solución:
Pobre niño, no es culpa suya. Solidarízate con la madre/padre/niñera que tienen que soportarlo cada día, y no solo lo que dura un vuelo. Ten a mano una botella de Dalsy, ya sea para el niño o para tomarte las pastillas para dormir. Los auriculares aquí también pueden ser un buen aliado.
3. El apestoso
El problema:
La halitosis es un tema delicado, como recordarás de tus lecturas de las páginas de consultorio de cualquier revista que leyeras de adolescente. Era un clásico junto al «mi novio está obsesionado con los Back Street Boys, ¿será gay?». Siempre había alguien que dudaba sobre si decirle a su mejor amigo que debería cepillarse los dientes. En esta lucha no estás solo y volar junto a alguien a quien le apesta la boca es sin duda un infierno.
La solución:
Háblale de que cuando Signal sacó al mercado una pasta de dientes con rayas de colores pensaste que era lo más, hasta que Colgate sacó una con cristales refrescantes que te dejó impresionado. O si no, ofrécele un caramelito de menta o ruega a la azafata que te den un asiento en primera clase.
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4. La despedida de soltera
El problema:
Susana se casa. La han vestido con un velo, una diadema y una L colgada del cuello. Viaja con su grupito de amigas teñidas e histéricas, todas con camiseta color de rosa donde pone: «Despedida de Susana. Málaga 2013», «Madre de la novia», etcétera. Susana se ha trincado una botella de Lambrusco en la cola de embarque, le cuenta a las filas de la 14 a la 25 lo adorable que es su Jorge (que ya va por la quinta pinta de cerveza en algún bar de Riga con los amigotes) y se arranca a cantar a lo casting Operación Triunfo.
La solución:
Aunque sea muy binito, no vayas nunca a Málaga. O deja de ser un aguafiestas y únete a ellas. Dile a Susana que Jorge tiene mucha suerte, que tiene un pelo precioso y seguro que te hacen miembro honorífico de la despedida de soltera. En unas horas estarás cantando «Single ladies» en el karaoke con la madre de la novia.
5. La despedida de soltero
El problema:
Jorge se casa. Lleva un polo donde pone: «Despedida de soltero de Jorge. Riga’13». Vuela con un grupito de gansos, incluido un señor más entradito en años que lleva una camiseta donde pone «Vegestorio». Jorge está borracho. Pero no tanto como su padrino de bodas, que pronto intentará ligar con la azafata y desencadenar un follón en el avión.
La solución:
No vayas nunca a Riga. O deja de ser una aguafiestas y únete a ellos. Dile a Jorge que Susana tiene mucha suerte y asegúrate de estar bien lejos de estos tíos cuando haya follón.
6. El adicto al teléfono
El problema:
Como está pendiente de un correo electrónico superimportante no puede apagar el aparatito durante el vuelo, aunque suponga el colapso de los ordenadores de abordo y el avión se estrelle. Y en cuanto el vuelo aterriza, a pesar de que la azafata pide que no lo enciendas hasta llegar a la terminal, ya está otra vez con el telefonito. «Estoy en Barajas, sí. ¿Qué? Sí, una mierda. Hasta luego.»
La solución:
Si morimos todos, será culpa suya y lo llevará en la conciencia. Si no, espera a que se vaya al baño, cógele el teléfono, quítale la tarjeta SIM y disimula cuando se ponga histérico porque el teléfono no funciona. De hecho, seguramente se habrá llevado el teléfono al baño para poder consultar los emails ahí sentado.