¡A toda vela!

Un dhow, embarcación tradicional de pesca de Zanzíbar, en la bahía de Matemwe, cerca de la isla de Mnemba, en Tanzania. / Paul Souders

Goletas, falúas, veleros clásicos o dhowns en el Índico… Solo con subir a bordo y desplegar las velas se pueden vivir algunas de las más emocionantes experiencias viajeras: surcar los siete mares, atravesar los mayores lagos del mundo o navegar los ríos más poderosos.

01 Navegar el Lago Malaui

Resulta extraño que un país sin costa sea destino de circuitos a vela, pero Malaui está lleno de sorpresas. Con más especies de peces que cualquier otra masa de agua dulce en el planeta, el lago Malaui es una meca para submarinistas y aficionados a circuitos en barco de varios días con alojamiento a bordo, que zarpan desde Senga Bay, a 125 kilómetros por carretera de Lilongüe, la capital del país. El viajero puede pasar las vacaciones buceando en busca de cíclidos desconocidos y dormir bajo el cielo estrellado. Casi todos los circuitos incluyen excursiones guiadas y visitas a aldeas locales, reservas de caza, resorts playeros y lugares históricos
Embarcaciones tradicionales a orillas del lago Malaui, el tercero más grande de África. / raffaele meucci

Uno de los que navegó por este lago fue el mítico explorador David Livingstone, que lo bautizó como el lago de las estrellas. Es el tercero más grande de África y está salpicado por unas cuantas islas, cada una con sus propios encantos: Likoma, la más grande y remota; Chizumulu, perfecta para no hacer nada de nada; Mumbo, un auténtico paraíso deshabitado, rodeado de aguas transparentes, o el familiar archipiélago de Maleri, que cuenta con un hotel propiedad de una española, el Blue Zebra.

Los circuitos a vela por el lago Malaui van de cuatro días a dos semanas, según lo que el viajero desee explorar.

02 En falúa por el Nilo

Una faluca surcando las aguas del Nilo, cerca de Asuán (Egipto). / José Fuste Raga
Los cruceros de lujo que circulan el Nilo tienen el encanto de otra época, pero resulta más auténtico realizar la travesía a bordo de una falúa, embarcación tradicional. Que nadie cuente con momentos de intimidad: aquí se convive con la tripulación 24 horas al día y se duerme y se cocina en cubierta. El baño es siempre la orilla más próxima. Los circuitos zarpan de Asuán o Luxor y tardan dos o tres días en deslizarse río abajo. La recompensa es la experiencia inolvidable y romántica de navegar por el gran río y la oportunidad de contemplar de cerca la vida cotidiana del Nilo. Podremos sentirnos como Cleopatra o Marco Antonio tumbados sobre colchones mientras sentimos que la historia fluye a nuestro paso. La falúa (o faluca) tiene un aspecto frágil pero es la embarcación ideal para las aguas del Nilo, sobre todo en algunos tramos, como en los alrededores de Asuan.

Los barqueros bombardean a los viajeros con ofertas en cuanto llegan a Asuán o Luxor. Conviene averiguar antes de contratar qué incluye el precio y, sobre todo, cuántas personas viajan en el barco.

03 Un junco en Ha Long

Un velero tradicional en la bahía de Ha Long, en Vietnam. / Keren Su

La bahía de Halong, al noreste de Vietnam, es el típico lugar que uno imagina en el mapa pirata del tesoro, con islotes que emergen del mar envueltos en la bruma, como monstruos mitológicos, y donde un sencillo barco de junco es el mejor vehículo para explorar este paraje de aspecto sobrenatural.

Ha Long es una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, un laberinto de dos mil islas en medio de una lámina de aguas verdosas, como si fueran de jade. La mayoría no tienen nombre y tampoco están habitadas; muchas de ellas esconden en su interior grutas bellísimas, con grandes estalactitas y estalactitas, mientras otras están pobladas por monos, antílopes o iguanas y todo tipo de aves tropicales. Un auténtico paraíso.

Los circuitos en barco por la bahía son un gran negocio, pero hay muchos niveles diferentes de lujo y refinamiento. Hay barcos enormes, con todas las comodidades imaginables, como el Halong Violet (decorado en estilo colonial de la antigua Indochina), y también embarcaciones humildes con espacio para un puñado de pasajeros. Lo mejor es pasar unos días en uno de estos juncos. Cuando no estemos en la proa contemplando la bahía, podremos practicar el buceo de tubo, nadar o visitar cuevas marinas y alcanzar calas ocultas remando con un kayak.

La mayoría de los turistas contratan los cruceros en Hanoi. Es recomendable un circuito de varios días que permite alejarse de las concurridas aguas próximas al muelle de Bai Chay y la isla de Cat Ba.

04 En goleta por las Seychelles

Puerto de La Digue, una de las islas principales de las Seychelles. / Jean-Pierre De Mann

Navegar en las Seychelles es un sueño, pero no solo al alcance de millonario. Se puede surcar el océano Índico en compañía de delfines gracias a una pequeña flota de goletas antiguas que navega entre las islas de Mahé, Praslin y La Digue, transportando cargamento y a algún que otro aventurero. Si al viajero no le importa viajar en cubierta entre cajas y contenedores puede seguir la estela de piratas y traficantes de especias.

Si el tiempo lo permite, las goletas navegan a diario; solo hay que preguntar por los horarios en el muelle. Los que prefieran un poco más de comodidad, hay veleros clásicos que se pueden alquilar.

05 Rumbo a la Gran Barrera

Una embarcación de alquiler en la Gran Barrera de Coral, en Queensland (Australia). / getty

Desde que el capitán Cook descubrió las Whitsundays, en la Gran Barrera de Coral, el día de Pentecostés de 1770, han sido muchos los marineros que han puesto rumbo a este pequeño rincón del paraíso, donde observar corales, aves migratorias, ballenas (entre mayo y septiembre), magníficas playas de arenas blancas y bosques tropicales.

Un circuito en barco alquilado por estas islas es hoy parte esencial de todo viaje por la costa este de Australia. Con 74 ínsulas entre las que elegir es fácil escapar de las multitudes. Alquilar un barco es casi como alquilar un coche. Oficialmente no se requiere experiencia, pero es preferible contratar un skipper (capitán) para poder sortear arrecifes y bancos de arena.

En la selecta Isla Hamilton hay varias agencias donde alquilar un velero, con o sin capitán.

06 Playas de arena dorada

Puerto de la isla de Castellorizo, en Grecia. / Ali Kabas

Las islas griegas han atraído a los marineros desde que Jasón y sus intrépidos argonautas zarparan en busca del vellocino de oro. Hoy la gente busca playas de arena dorada lejos de las multitudes y con la perfección de un paisaje de postal. Con 5.000 años de experiencia en el mar, la industria náutica está muy desarrollada en esta parte del mundo y el viajero solo tiene que elegir el tipo de barco y circuito que más se ajusten a su experiencia náutica y sus preferencias de confort.

Dos buenas guías para escoger el mejor viaje en velero por las costas e islas griegas son www.greecetravel.com/sailing y www.sailingissues.com/greek

07 Cruceros especiados

A bordo de un tradicional dhow frente a la costa de Zanzibar, en Tanzania. / Hugh Sitton

Siglos atrás, los dhows cargaban especias y esclavos. Actualmente, estos elegantes veleros tradicionales de Zanzíbar, en Tanzania, transportan turistas en busca del romanticismo de Las mil y una noches. Los dhows siguen construyéndose a mano en Nungwi, al norte de la isla, pero también existen barcos con mayores comodidades para pasar una semana navegando de playa en playa, acompañados de tortugas marinas y delfines. Los más aventureros pueden negociar con los pescadores locales y organizarse un circuito a medida, durmiendo en cubierta y comiendo pescado recién capturado.

La opción menos aventurera es organizar un crucero a través del hotel o las agencias de Stone Town. Quien quiera probar suerte, puede negociar directamente con los pescadores de Nungwi.

08 De vuelta a la escuela

Un velero junto al faro de Needles, en la isla de Wight (Inglaterra). / John J Esslinger

Si estás cansado de depender de un patrón que sabe más que tú para alquilar un barco, ¿por qué no convertirse en uno? Hay centros de vela en todo el mundo que ofrecen cursos de formación de todo tipo: desde Day Skipper (capitán por un día) a Ocean Yachtmaster, algo así como un maestro jedi de la navegación a vela.

Los mejores combinan el entrenamiento cerca de la costa con ejercicios prácticos en alta mar, en zonas llenas de islas y obstáculos subacuáticos en los que el alumno deberá emplearse a fondo en técnicas de bordada y en el uso del foque.

Flying Fish tiene una amplia oferta de cursos de vela certificados, con entrenamientos en la isla de Wight (Inglaterra), las islas griegas o la costa australiana. En España, www.skippersailingclub.com es una buena opción.

09 ¿Cuántas islas son suficientes?

Atardecer en White Beach, en la isla de Boracay (Filipinas). / John Harper

Si al viajero le apasiona navegar de isla en isla, solo tiene que poner rumbo a las 7.107 que forman el estado de Filipinas, la mayoría de ellas cubiertas por una densa jungla, entre barreras de coral y restos de naufragios, y sin que falten interesantes tribus indígenas. Eso sí, aquí la navegación no es nada sencilla: hay que sortear arrecifes ocultos, tifones y piratas. Puerto Galera y Boracay son dos buenos sitios para alquilar una embarcación. Además de buques y catamaranes, se puede optar por el tradicional paraw, con su mástil de bambú y sus batangas.

10 Un rincón del paraíso

Un catamarán frente a la costa de Moorea, en la Polinesia francesa. / José Fuste Raga

No es difícil transmitir la sensación de aventura que supone navegar por el Pacífico Sur. ¿Quién no disfrutaría arriando la vela mayor mientras contempla un pedazo del paraíso? La Polinesia francesa es su capital indiscutible, donde el viajero que alquile un barco (con o sin capitán) y navegue entre los atolones de las islas de la Sociedad podrá echar el ancla cerca de playas idílicas y puertos en los que proveerse de ron y zumo de piña para preparar buenas piñas coladas. Para una experiencia más auténtica, probar a navegar en canoas tradicionales polinesias.

Las compañías de alquiler de barcos se concentran en las marinas principales de Raiatea, Tahiti y Moorea.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Viajero el Pais

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