Donosti, como nuca la habías visto

San Sebastián bulle estos días en una efervescencia creativa. La ciudad guipuzcoana será en 2016 capital europea de la cultura (título que comparte con la ciudad polaca de Breslavia), pero la maquinaria está ya a pleno rendimiento. Conciertos, teatro, charlas, presentaciones de libros se suceden en una apretada agenda. El pasado 11 de septiembre se inauguró, tras 10 años de obras, Tabakalera, el nuevo y espectacular centro internacional de cultura contemporánea. Como si esa agitación permanente ya quisiera decirnos algo, Donostia nos recibe con violentos cambios climatológicos y mucho viento: el tiempo ideal para disfrutar de las variaciones cromáticas de su bahía desde la fotogénica barandilla de La Concha, o de las artísticas formaciones de las olas en el Peine del Viento, de Chillida.

En las oficinas del Espacio Donostia 2016 (www.dss2016.eu), la antigua sede de bomberos rehabilitada con materiales reciclados, nos recibe su director, Pablo Berástegui, para contarnos un poco más de este proyecto. San Sebastián es una veterana en la organización de eventos culturales internacionales: entre sus tres grandes festivales (Zinemaldi, la Quincena Musical y el Jazzaldi) suman ya casi doscientas ediciones. Pero Donostia 2016 no persigue una cultura del espectáculo con deslumbrantes nombres de la escena internacional o inversiones megalómanas en infraestructuras, sino que apuesta por un nuevo modelo de capitales europeas de la cultura (de cuya celebración se cumplen 30 años), basado en la experimentación, el aprendizaje, el desarrollo de un tejido sólido de audiencias y con las miras puestas en el legado que, para 2017 y en adelante, pueda dejar en la ciudad. Un proyecto con raíces en la tradición autóctona pero con una firme vocación internacional, porque la cultura es el lenguaje común de los pueblos europeos, una herramienta privilegiada para superar décadas de conflicto.

Navarro de origen, anterior director de PHotoEspaña y Matadero Madrid, Pablo Berástegui desembarcó en San Sebastián en 2014. Cuando le preguntamos por su rincón favorito en esta ciudad de acogida nos habla del parque Cristina Enea, situado justo detrás de Tabakalera. El nuevo centro cultural ocupa la antigua fábrica de tabacos y, sobre una superficie de más de 37.000 metros cuadrados, ofrece a la ciudadanía dos salas de exposiciones, una de cine, una mediateca de arte, laboratorios de creación, un hotel que acogerá artistas en residencia, espectáculos de microteatro, conciertos, las nuevas oficinas de instituciones como el Zinemaldia, la Filmoteca Vasca o el Instituto Etxepare, dos cafeterías, un restaurante y una terraza con inmejorables vistas sobre la ciudad.

Tabakalera, que viene a sumarse a otras infraestructuras culturales como el auditorio Kursaal de Rafael Moneo o la recuperación de espacios como el teatro Victoria Eugenia o el Koldo Mitxelena Kulturenea de la Diputación Foral de Gipuzkoa, ha desplazado el centro vital de la ciudad al otro lado del Urumea, al barrio de Eguía, que muchos, como Pablo Berástegui, no dudan en apodar “el nuevo Brooklyn donostiarra”.

Eguía es sin duda el barrio de moda entre la gente joven y moderna. A recorrerlo nos acompaña uno de sus vecinos, el escritor Harkaitz Cano, dos veces premio Euskadi y de la Crítica, y autor de la aclamada novela Twist (Seix Barral, 2013), donde recrea en clave de ficción el asesinato de Lasa y Zabala a manos de los GAL. Los ejes sobre los que pivota la animada vida nocturna de Eguía son los bares y salas de conciertos como Le Bukowski (Egia, 18) y el Dabadaba (Mundaiz, 8), que cuenta con un agradable jardín interior para las tardes soleadas y noches templadas. Ambos locales se han unido recientemente a Donostia 2016 para desarrollar en agosto en el parque Cristina Enea el festival diurno de música independiente y underground Glad is the Day, en homenaje a Gladys, una heroína local de los movimientos sociales.

La oferta musical de Eguía se completa con el Gazteszena, donde se programa en marzo el festival de rhythm and blues y soul Mojo Workin. Y en el solsticio de verano de 2016 (durante cuatro semanas a partir del 21 de junio) tendrá lugar también en el parque Cristina Enea la representación al aire libre de la obra de Shakespeare Sueño de una noche de verano (www.donostiakultura.com). Y porque no solo de cultura vive el hombre, Harkaitz Cano nos recomienda además dos estupendos restaurantes vegetarianos en el barrio: el Km. 0 (Duque de Mandas, 35) y la taberna Garraxi (Tejería, 9).

 

Uno de los encantos de Donostia es que sus lugares de siempre no pasan de moda. El casco histórico, que aquí llaman Lo Viejo, es pequeño pero encierra un mundo gastronómico incomparable. San Sebastián destaca por concentrar más estrellas Michelin por habitante que ninguna otra ciudad (de entre ellos, Harkaitz Cano destaca el Mugaritz de Aduriz, “una experiencia que hay que probar una vez en la vida”), pero también hay lugares más modestos de donde salir igualmente satisfechos.

En recomendar el restaurante Bodegón Alejandro (Fermín Calbetón, 4) coinciden Pablo Berástegui y Jon Garaño, codirector de la película vasca Loreak. Le sorprendemos subido en su bicicleta y emocionado por la selección de su película para la carrera de los Oscar de Hollywood (ha sido para él como “la guinda del pastel”). Tanto Pablo Berástegui como Jon Garaño destacan que al Bodegón Alejandro es a donde llevan siempre a sus visitas a degustar un menú cerrado de comida vasca reinterpretada. Jon Garaño añade a su selección el cercano restaurante Gandarias (31 de mayo, 23), de cocina tradicional. En lo cultural destaca iniciativas ciudadanas como el festival Olatu-talka, el Rompeolas.

Y si hablamos de Lo Viejo, tenemos que hablar de sus bares de pinchos. Las recomendaciones no se agotan nunca en boca de Sara Morante, reconocida pintora e ilustradora afincada en Hendaya, autora del libro La vida de las paredes (Lumen, 2015). En la calle de Pescadería se encuentran, frente a frente, el tradicional Néstor, donde comer los mejores chuletones y tortilla de patata de la ciudad acodados en la barra, y el más sofisticado Zeruko, con su pincho de bogavante y su huevo frito de postre. Otras pistas son el vermut y el bacalao gratinado del Atari (Mayor, 18) o el foie y la tarta de queso de La Viña (31 de agosto, 3). Para el postre, Sara Morante no se olvida de la pastelería Barrenetxe y sus pimientos confitados (plaza de Guipúzcoa, 9).

 

 

 

 

 

 

 Para trazar una ruta nocturna, tanto Jon Garaño como Harkaitz Cano destacan los sitios a los que siguen acudiendo desde su juventud y que no han cambiado. Harkaitz recuerda cuando con su cuadrilla se hacían “un Calbetón”, que consistía en tomarse una copa en todos y cada uno de los bares de esta mítica calle (no dejar de visitar aquí el bar Sport, sin más encanto que sus pinchos, y muy cerca, en la calle Mayor, otro lugar con solera, el Paco Bueno, el local de un exboxeador reconvertido en especialista de las mejores gambas con gabardina). Y Garaño nos habla del “triángulo mítico” formado por tres bares de copas: el Ensanche (San Vicente, 1); el Akerbeltz, en el puerto (buena música de la de siempre y terraza en verano en la esquina de la calle de Mari), y la Iguana (Esterlines, 5). Lista a la que Harkaitz añade el Etxekalte, otro clásico jazz-bar también en el puerto.

Pero San Sebastián no se acaba aquí: los jueves hay que moverse al barrio de Gros, donde en la calle de Zabaleta tiene lugar el “pincho-pote” (versión vasca de la tapa gratuita). Por aquí Sara Morante nos recomienda el bar-restaurante La Guinda y, muy cerca, Pablo Berástegui nos habla del Melbourne, regentado por un australiano (Iparraguirre, 13). Jon Garaño nos recomienda la vinoteca Bernardina (Vitoria, 6) y el vanguardista Xarma (avenida de Tolosa, 123). Sara Morante nos habla de otro local vetusto, la licorería Ezeiza (Prim, 16), y Pablo Berástegui nos recomienda una librería de las de siempre, la librería Donosti en la plaza de Bilbao.

Sus recomendaciones podrían no acabarse nunca, tal es el entusiasmo que todos ellos sienten por Donostia, una ciudad con una personalidad marcada que se mueve con soltura entre la tradición local y lo cosmopolita, y sin duda culturalmente exigente.

 

 

 

 

Fuente:El País

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